Se integra en numerosas formulaciones herbarias para el tratamiento de afecciones muy diversas.
Pero, además, la salvia constituye un recurso importante en la cocina, para condimentar guisos o sazonar sopas, en cosmética al ser incorporada en perfumes y jabones y, por supuesto, en jardinería, por la vistosidad de sus ramilletes floridos, por su capacidad de resistencia a las condiciones climáticas más severas, y por su especial fragancia.
El nombre de salvia procede del término latino salus o salve, por salud o por salvar, lo que en cualquier caso alude a su capacidad curativa y reparadora.
Era bien conocida en el antiguo Egipto como potenciadora de la fertilidad. En la antigua Grecia, en tiempos del ya aludido médico Dioscórides, las infusiones de salvia se utilizaban para detener hemorragias severas, cicatrizar heridas, para provocar la orina, y también para estimular la menstruación.